Bizancio [
bi-zan-cio]
Parte
oriental del imperio romano, que
se constituyó en
unidad política independiente entre 330 y 395, y perduró
hasta 1453. El
peligro que
para la
parte oriental del imperio romano representaban los bárbaros germánicos y los eslavos,
por el
oeste, y los persas
por el
este, obligó a
Constantino a
fundar una metrópoli económica y
militar que reuniera dos condiciones:
fácil defensa y
cercanía a la
zona conflictiva.
Así, en 330
funda Constantinopla,
sobre el
emplazamiento de la
antigua Bizancio y en
una encrucijada de rutas comerciales terrestres y marítimas.
Su situación y la
necesidad de
dividir el
imperio romano en dos estados distintos, que tenían
su propio emperador,
su propia justicia y
su propia legislación,
aunque fueran aliados y estuvieran unidos, convirtieron a la
ciudad en
capital de
un potente imperio.
Desde su fundación como Estado (395)
hasta que los árabes lograron
controlar las rutas comerciales de
Oriente (mediados
del siglo VII), el
imperio bizantino, pese a que las invasiones bárbaras habían hundido el
imperio romano de
Occidente, mantuvo la
universalidad de la
romanitas o
imperium. A
lo largo de
este periodo, el
imperio bizantino se caracteriza
por la
fortaleza de
su economía y
por el
valor de
su moneda, apreciada en todos los centros comerciales
del mundo,
incluso en los
más lejanos;
se implantó
un cierto tipo de
economía dirigida: el
Estado controlaba la
fabricación y la
comercialización de determinados productos y supervisaba,
mediante severos reglamentos y fiscalizaciones, la
actividad económica
privada.
Hacia el
fin de
este periodo, que termina
con Heraclio I (610-641),
se suceden las invasiones (persas sasánidas, 602-630; árabes,
desde 630). Heraclio cambia el
título de
imperator por el de
basileus, pierde
gran parte de
su territorio (Siria, Egipto y,
después, todas las posesiones africanas) y cierra el
imperio en
sí mismo. Estas tendencias
se consolidarán y marcarán
un segundo periodo, que llega
hasta 1204, en el que el
Imperio se orientaliza y
se heleniza (el griego sustituye al latín),
se pierde el
principio romano de
división de los poderes
civil y
militar (creación de
temas o distritos administrativos gobernados
por estrategas dotados de plenos poderes),
se desequilibra
por vez primera la
economía,
se inician las querellas iconoclastas (precedentes
del cisma de Oriente) y aparecen frecuentes problemas sociales y levantamientos campesinos.
Tras la
fase de
decadencia de los descendientes de Heraclio (641-711), el
Imperio se rehace
con los Isaurios (717-802), los cuales rechazan a los árabes y reorganizan el Estado; sigue
una fase turbulenta, marcada
por la
agudización de las luchas religiosas y políticas de la iconoclastia y, a
continuación, la
dinastía amoriana (820-867) señala el
comienzo de
una franca recuperación.
Se consolidan las conquistas anteriores y
con la
dinastía macedonia (867-1057)
se llega a
un punto culminante:
se reduce la
importancia de la
aristocracia,
se extiende territorialmente el
imperio,
se crea un nuevo proteccionismo económico,
se abren nuevos mercados,
se derrota a los árabes y
se rompe definitivamente
con Roma (mayor
centralización y
cisma de Miguel
Cerulario, 1054). La
fase siguiente, que
se extiende
hasta el
final del periodo, vuelve a
ser de
franca decadencia.
Si bien los
Comnenos (1081-1185) logran
mantener la situación, la
administración de los Angelo provoca vivas reacciones:
se acelera la
desintegración,
Bulgaria y Servia
se independizan, la
presión de los germanos
se hace
más acusada y el
conflicto con Occidente se complica
por la intervención de los cruzados. La
cuarta cruzada, aprovechando la
crisis sucesoria que
se abrió al
final de la
dinastía de los Angelo,
se apoderó de
Constantinopla. A
partir de 1204,
como consecuencia de la
conquista latina
durante la
cuarta cruzada, el
Imperio se divide en cuatro estados (imperio latino de
Oriente,
imperio bizantino de Nicea,
imperio bizantino de Trebisonda y despotado
bizantino de Epiro). Pese a la
posterior reacción de los Láscaris de Nicea y de los Paleólogos, que lograron
reconquistar parte del territorio a los latinos, el
Imperio pierde
terreno frente a los turcos, los cuales conquistan el
Asia Menor, y hace grandes concesiones económicas. Venecia y Francia pasan a
controlar las rutas comerciales,
con lo que
se cierran las fuentes de la
fortuna del Imperio.
Bizancio, gracias a
cuya fuerza y
resistencia había logrado Europa salvarse de las invasiones procedentes de
Oriente,
queda así abandonada a
una desesperada
defensiva frente a los turcos, los cuales,
tras la toma de
Constantinopla (1453) y de Trebisonda (1461),
poco tardaron en apoderarse de
todo el
territorio imperial.
(imperio romano de Oriente)
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