astronomía [
as-tro-no-mí-a]
(Esta palabra proviene del latín astronomĭa, y este del griego ἀστρονομία).
[sustantivo femenino]
Ciencia que estudia los cuerpos celestes,
sus movimientos,
composición química y
física,
sus posiciones relativas y la
evolución de
su desarrollo. Es la
más antigua de las ciencias y la que
mayor influencia ha ejercido
sobre el pensamiento
del hombre,
sus creencias religiosas y
su postura práctica ante la
vida. La rudimentaria a. de los pueblos de la
antigüedad tuvo
como base las observaciones visuales que permitieron
clasificar los cuerpos celestes en dos categorías: las
estrellas fijas (estrellas propiamente dichas) y los
planetas (el
vocablo “planeta”
se deriva de
una voz griega que significa
errante). De estos últimos
se conocieron los
cinco perceptibles a
simple vista:
Mercurio,
Venus,
Marte,
Júpiter y
Saturno. En el
siglo IV a. C.
Aristóteles se inclinó
por la
teoría geocéntrica, respaldando el
sistema de las
esferas homocéntricas, de Eudoxo de
Cnido, que ponía en
tela de
juicio la
realidad del sistema heliocéntrico,
conocido por los antiguos caldeos y
cuyo principal valedor había sido
Aristarco de Samos. La
actitud de
Aristóteles parece que influyó
lo bastante como para que la
idea de que el
Sol era el
eje del sistema planetario pasara a
segundo plano y
fuera cayendo en el
olvido. El
concepto de
una Tierra inmóvil en el
centro del universo,
alrededor de la
cual giraban los
demás cuerpos celestes, fue sustentado
por Hiparco (siglo II a. C. ), el
astrónomo más importante de
su época, y
por Tolomeo,
discípulo suyo, que
se encargó de
dejar constancia de las teorías
del maestro, en
una obra que disfrutó de
gran prestigio hasta bien entrada la
Edad Media. De esta
obra existe
una versión árabe:
Almagesto, que
data del siglo IX. La a.
moderna tiene
su punto de
partida en 1543,
año en que apareció la
Revolución de los cuerpos celestes, de Nicolás
Copérnico,
obra en la que
se vuelve al
sistema heliocéntrico: el
Sol es el
astro que permanece
fijo y la
Tierra, asi
como los
demás planetas, gira en
torno suyo. Esta
segunda etapa de la a.
se caracteriza
por el
empleo de instrumentos ópticos,
lo que permite notables avances. Gracias a
su telescopio, Galileo descubre en 1609 las montañas lunares y,
un año después, los satélites de
Júpiter, descubrimientos que
le permitieron
apoyar científicamente las ideas de
Copérnico.
Una postura tan peligrosa le condujo a
un proceso, en el que fue
condenado a
prisión.
Por la
misma época, Kepler (1571-1630), basándose en las observaciones de Tycho
Brahe, demostró el
movimiento elíptico de los planetas en
tomo al
Sol y estableció las leyes que
lo regían. Posteriormente, en 1687, Newton,
sobre los cimientos que
le proporcionaron los trabajos de Galileo y Kepler, fijó las leyes fundamentales de la
mecánica celeste y,
como consecuencia de las mismas, confirmó el
principio de la
gravitación universal. En los
siglo XVIII y XIX la
ciencia astronómica continuó desarrollándose,
merced a los esfuerzos de Halley, Herschel, Laplace, Lagrange,
Le Verrier y Kant.
Se pasa del estudio del sistema solar al de las estrellas fijas; en 1815, gracias a la
introducción del espectroscopio,
por parte del bávaro Fraunhofer, nace la
astrofísica,
ciencia auxiliar que, aplicando las leyes de la
física, estudia la
materia interestelar y la
constitución,
evolución y luminosidad de los astros.
Por otra parte, al cumplirse el pronóstico
hecho por Halley,
quien,
con 75 años de
adelanto, predijo la
vuelta del cometa que
ahora lleva
su nombre, y al descubrirse en 1846 el
planeta Neptuno, quedó confirmada la
validez de la
ley de Newton. En el
siglo XX,
sin embargo, la
teoría de la
relatividad, de Einstein, aportó nuevos conceptos en
lo que
se refiere a los fenómenos cosmológicos y, al
presuponer un universo de cuatro dimensiones, finito y en
expansión, hizo que la
ley de Newton sufriera
cierta corrección que obliga a
modificar la
naturaleza gravitatoria. La a.
se divide en
tres partes principales, que corresponden,
además, al
orden histórico de
su desarrollo:
a. descriptiva o
cosmografía, a. gravitacional y
a. física o
astrofísica. La
primera se ocupa de la
enumeración general y
descripción de los cuerpos celestes: planetas, satélites, asteroides, cometas, estrellas, nebulosas, etc. La a. gravitacional
trata de los movimientos de los astros sometidos a la
acción de las fuerzas gravitatorias;
se la denomina
también mecánica celeste y
su creador fue Newton,
si bien,
como es lógico, en nuestros días
ha alcanzado un perfeccionamiento y
una precisión extraordinarios. La a.
física o
astrofísica se encarga de
todo lo relativo a las condiciones y características físicas de los cuerpos celestes. La
comprobación experimental de las diversas teorías y los nuevos estudios y
análisis que procuran la
fotometría, la radioastronomía y los numerosos adelantos técnicos de los tiempos modernos han permitido el
logro de
un progreso formidable para la
astrofísica.
[sustantivo femenino]
Ciencia de los astros.
Más información: