Aristóteles [
a-ris-tó-te-les]
(384-322 a. C. )
Filósofo griego, llamado
también “el Estagirita”
por haber nacido en la
ciudad de Estagira.
Hijo de Nicómaco,
médico relacionado
con la
casa real de Macedonia. A los 18 años
era el
discípulo predilecto de Platón, en
Atenas.
Tras la
muerte del maestro, residió en diversas ciudades,
hasta que fue llamado
por Filipo de Macedonia
para ser preceptor de
Alejandro Magno. Al
iniciar éste
su regencia, A.
se trasladó a
Atenas,
donde fundó
su propia escuela, el
Liceo, que fue
llamada “peripatética”
por su manera de
impartir las enseñanzas paseando. En ella reunió la
primera gran biblioteca del mundo. A la
muerte de
Alejandro Magno,
se retiró a Calcidica, en la
región de Eubea,
donde murió.
Para A.
sólo un saber de
lo universal puede
ser un saber verdadero; éste es el
principio fundamental de
su filosofía. La sofística y la
dialéctica son sólo una apariencia de la
filosofía, y a ellas opone
su propio instrumento del saber, que
no es
otra cosa que la
lógica (las obras lógicas aristotélicas constituyen el llamado
Organon). A.
no hace de la
lógica una disciplina metafísica,
como lo hiciera
después Hegel,
pero sí establece
una correspondencia entre el pensar lógico y la
estructura ontológica. En
su Filosofía primera (llamada, posteriormente,
metafísica) estatuye
como fundamento de
toda explicación los coprincipios de
potencia y
acto, que
se corresponden
con los de
materia y
forma en el
mundo físico. En
sus “éticas”
(Etica a Nicómaco, Ética a Eudemo, Gran Ética) define
como fin supremo del hombre el
ejercicio de
su función superior, esto es, de la
inteligencia, a la que considera
como la
más noble virtud.
Espíritu universalista y
ávido de
saber, A. estudió
también al
hombre en
su relación con los
demás, es
decir, en la
vida pública,
como miembro de la
sociedad. En
su Política, A. define al
hombre como “animal social” que solamente integrado en el
Estado puede
aspirar a realizarse plenamente en
este orden de la
existencia.
Según A. las formas de la
vida política no son, en
sí, buenas
ni malas,
pero pueden
degenerar si se pierde el
justo equilibrio. Todos los sistemas
son,
pues, susceptibles de falseamiento y de
corrupción. La
monarquía puede convertirse en
tiranía, de
igual modo que la
aristocracia y la
democracia, al
renegar sus principios, devienen oligocracia y
demagogia. A. es
uno de los
más grandes mitos en la
historia de la
filosofía.
Nada fue
extraño a
su sentido universalista
del saber.
Así,
además de las disciplinas
ya mencionadas,
su pensamiento
se proyectó
también sobre materias
tan dispares
como la
física, la
meteorología, la
economía, la
retórica y la
poética.
Mención especial merecen
sus descripciones y
clasificación de las especies animales, que en
parte todavía están en
uso en nuestros días.
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