campesinado [
cam-pe-si-na-do]
[sustantivo masculino]
Conjunto de campesinos.
- Clase social integrada
por los que poseen
tierra y viven de ella. En
consecuencia, quedan excluidos los que trabajan
como asalariados en el
campo (proletariado rural), y, en
cambio, forman
parte de
dicha clase los aparceros, arrendatarios, etc.
Como cualquiera otra clase social, el c.
no es
un conjunto homogéneo,
pues engloba a propietarios ricos, medianos y pobres, a campesinos arrendatarios, a propietarios de tierras de
secano o de
regadío, mecanizadas o
no,
con un régimen social reconocido o tolerado. El c. nació
con la
aparición de la
agricultura, en el
neolítico, al producirse los primeros asentamientos humanos estables (hacia 7000 a. C. ). En las sociedades antiguas
se estableció
ya una diferencia entre los grandes propietarios de tierras, surgidos
con el excedente
agrícola, y los campesinos pobres; la
evolución política de algunas de estas sociedades y las guerras de
conquista consolidaron el esclavismo y el
empleo de esclavos en las faenas
del campo. Esta situación
se prolongó
hasta el
final del imperio romano,
época en que el
absentismo de los latifundistas y los privilegios concedidos a la
ciudad en
detrimento del campo provocaron el
éxodo rural y la
decadencia agrícola.
Durante la
Edad Media, los nobles bárbaros sustituyeron a los latifundistas romanos y la
debilidad de las monarquías convirtió a los nuevos grandes propietarios en señores feudales, verdaderos reyes, dueños de los campesinos que trabajaban en
sus dominios, convertidos
poco a
poco en siervos de la
gleba.
Hacia el
final de la
Edad Media (siglo XIV), las grandes pestes provocaron
una fuerte disminución de la
mano de
obra rural,
con la
consiguiente crisis de la
economía feudal, y agudizaron los conflictos
entre los campesinos-siervos y los señores feudales (revuelta de Flandes
marítimo,
jacquerie, revuelta de
Wat Tyler,
problema de las remensas, guerras civiles de
Castilla,
conflicto con los ganaderos de la
Mesta, etc. ). En la
segunda mitad del siglo XVIII y,
sobre todo, en el
siglo XIX tuvieron
lugar en Europa diversas reformas agrarias que transformaron profundamente la
clase social de los campesinos:
se repartieron las tierras, el c. logró importantes mejoras sociales,
se le reconocieron derechos políticos y el
Estado se comprometió a
garantizar en
mayor o
menor grado sus cosechas y la
compra de
sus productos. En España hubo tímidos intentos en el periodo de la
Ilustración (proyectos de Olavide y Jovellanos) y
durante el
siglo XIX (desamortizaciones),
pero no llegaron a concretarse en
una verdadera reforma
agraria.
Este fracaso impidió en España la
formación de
unas clases medias rurales acomodadas, de las que
tan necesitada estaba la
incipiente burguesía industrial
del país, y arrojó al c. en brazos,
primero,
del Antiguo Régimen (apoyo al carlismo), y
después, en los
del anarquismo revolucionario. La II
República (1931-1939) inició
un intento más ambicioso de reforma
agraria,
pero la
guerra civil dio al
traste con el
proyecto. En la
actualidad, la progresiva
pérdida de
importancia del campo en las economías nacionales
ha provocado el
éxodo rural en
masa, la especialización de los cultivos y la proletarización de los pequeños propietarios que
no han podido
capitalizar y mecanizar
sus tierras.
Durante el
siglo XX
se han producido originales transformaciones
del c., basadas
sobre todo en el
régimen de cooperativas de
explotación, de
distribución y
venta, o
ambas,
lo que permite
una mejor racionalización de la
producción y mayores rendimientos económicos.
También han
aparecido nuevos experimentos de socialización
del c. en
China,
con el
reparto y la
posterior colectivización de las tierras,
por medio de las comunas populares; en México,
con el
sistema de los ejidos; en Israel, a
través de cooperativas de
tipo socialista llamadas
kibutzs; en la URSS
con la instauración de cooperativas estatales
(sovjoses) y autónomas
(koljoses). Más información: