Beethoven [
be-e-tho-ven]
(1770-1827)
Compositor alemán,
nacido en
Bonn. Tuvo
una infancia cargada de problemas;
su padre Johann,
mediocre músico,
alcohólico y de
escasa inteligencia se propuso
hacer de
su hijo un niño prodigio y
desde la
edad de 4 años
le impuso
una dura dis ciplina,
impropia de
su edad, en el
violín y en el
clave. A los 9 años realizó
una gira
como concertista por Holanda.
Su aprendizaje no fue
coherente hasta que
se hizo
cargo de él C. G. Neefe (1782),
bajo cuya dirección conoció la
obra de Haendel y de
Bach. En 1787 marchó a Viena
para trabajar con Mozart,
pero tuvo que
regresar muy pronto a
su ciudad natal para ver morir a
su madre. En
Bonn permaneció
durante dos años,
durante los cuales
se inscribió en la
universidad para estudiar la
literatura y la
filosofía alemanas, quizá
consciente de las lagunas de
su cultura general. A los 22 años perdió a
su padre y,
como hijo mayor, quedó al
cargo de
sus hermanos. De
vuelta en Viena trabajó
con Haydn y completó
su aprendizaje con Albrechtsberger y Salieri. En esta
época B.
se muestra mundano y frecuenta la
alta sociedad vienesa, que
lo aprecia
como pianista y
compositor.
Sus amigos y protectores tienen
un papel importante tanto en
su vida profesional como en la
afectiva, ayudándole en
sus dificultades. En 1796 realizó
una serie de viajes a Nuremberg, Praga, Dresde, Berlín;
desde entonces permaneció el
resto de
su vida en Viena.
Este mismo año empezaron
sus trastornos auditivos, agravados
hasta la
sordera total en 1819.
Entre 1815-1816 hay cambios en
su vida particular y artística; pierde amigos y protectores y
se aísla.
Pasa sus últimos años amargado
entre la
tutela de
su sobrino Karl,
fuente de disgustos y preocupaciones, y
sus problemas domésticos y económicos. La
compleja y
rica personalidad humana y
artística de B. hace
difícil su clasifícación;
su significación desborda el
aspecto puramente musical y
su obra contiene y es reflejo de vivencias y experiencias personales, condicionadas
por la
época en que vive;
sin llegar a
romper con el
pasado B., situado en
un momento singular, supo
expresar en
sus obras el
gran cambio que las nuevas ideas de la
Revolución francesa habían establecido años
atrás. Es el
primero que cambia la
naturaleza y la
significación de la
música con relación al
hombre y la
naturaleza, y adopta la
actitud del artista creador, que toma
conciencia de
su responsabilidad
social y
expresa su personalidad por iniciativa propia, individualmente. El
músico ya no será
un artesano-artista que trabaja
por encargo y depende de
su protector,
sino un artista que
se expresa libremente.
Así, B. supone
un cambio de situación
entre el
creador y la
colectividad, de consecuencias importantes en la
evolución de la
música misma y en
su lenguaje. El
autor expresa lo que él quiere y
no lo que el
público espera de él, y empieza a crearse
un desequilibrio entre las audacias
del innovador y la
comprensión retardada
del público. En la
obra de B.
se reconocen
tres épocas,
cada una con un estilo característico. A la
primera pertenecen las obras anteriores al 1800; en ellas el
estilo clásico,
procedente de Haydn y de Mozart, es de
una maestría perfecta; el
piano tiene
un papel dominante
como medio de
expresión.
Su escritura es
original y
se permite ciertas libertades, alterando el
orden tradicional de los movimientos o creando otros nuevos; introduce
cierto expresionismo
muy personal,
como muestra la
sonata Patética.
También hay
un cambio de
espíritu en la
forma sonata, haciendo de ella
un poema apasionado,
alegre o
trágico,
según el
sentimiento del autor. El
segundo periodo
abarca una época marcada
por grandes pasiones;
preocupación por las grandes arquitecturas dramáticas (ópera
Fidelio);
se acentúan
sus ansias de libertad; la
escritura pianística, que acababa de
recibir importantes mejoras mecánicas, toma
un carácter sinfónico. La
polifonía toma
sus 4 dimensiones; temas
más complejos; modulaciones
más audaces; la
fuga hace
su aparición; los adagios
se mezclan libremente en la
sonata y la variación; en el op. 95 hay cuatro alegros sucesivos. Ciertas obras mantienen
una tendencia hacia la
música de
programa,
como las sinfonías 3.
a Heroica y la 6.
a,
Pastoral. La
tercera época se inicia
hacia 1815,
con la 9.
a sinfonía, en
especial el
último movimiento,
coral y
con la
Missa solemnis, los esquemas clásicos
apenas son reconocibles; B.
crea sin cesar sus formas particulares:
polifonía más compleja,
contrapunto audaz y
original,
empleo de los modos antiguos,
principio cíclico, que
ya apuntaba en la
segunda época, grandes variaciones,
riqueza de
fantasía e
invención lírica.
Son representativas
sus sonatas
para piano (op. 101, 106, 109, 110 y 111), en las que va
más allá de los medios
del instrumento acumulando dificultades técnicas y estéticasiglo Insatisfecho de las limitaciones expresivas
del piano, volvió en
sus últimas composiciones a la
forma del cuarteto de
cuerda,
con una inventiva que
se acerca a la
improvisación,
como en el op. 131, en que
se encadenan
siete movimientos; el
estilo instrumental del cuarteto casi sobrepasa
sus posibilidades,
como la
Gran Fuga, op. 133; el
cuarteto op. 135
se considera
su testamento musical. B. fue
un innovador
único para las sonatas de
piano, 32 en
total,
para las cuales creó
una técnica pianística
moderna y
cuya forma revolucionó
con su extraordinaria personalidad;
lo mismo cabe decir respecto de los cuartetos de
cuerda,
mientras que
para la
música sinfónica siguió las pautas marcadas
por Haydn y Mozart, ampliándolas,
pero sin llegar a trascenderlas.
Como orquestador aporta a la
música sinfónica nuevas posibilidades. A
partir de la 1.
a sinfonía ya piensa en la
orquesta en
función del timbre, de la
armonía y de
sus combinaciones posibles,
antecedente de la
orquesta moderna, a
pesar de que el
material se mantiene
casi como en tiempos de Mozart. Emplea timbales en todas las sinfonías y en la 9.
a mucha percusión, abandona el
espíritu del concerto grosso y hace
participar a todos los instrumentos en la
discusión general. En la
Missa solemnis trasciende el
género tradicional de la
música religiosa y
crea una obra casi extralitúrgica,
por sus proporciones y
su espíritu,
más en la
base del humanismo que de la
sumisión a las leyes religiosas. El
carácter dramático de
sus tres últimos conciertos
para piano y
del concierto para violín es
también una novedad. B., de
formación clásica,
no llegó a
participar del espíritu romántico
alemán, cuyas manifestaciones originales pudo
observar en Weber y Schubert,
pero se sitúa en la
extremidad del clasicismo, alejándose de los clásicos
como Haydn
para seguir la
corriente liberal y democrática de la
Revolución francesa,
por la que fue influido. Posibilita,
por otra parte, y prepara la
explosión romántica, que reconocerá en él
no sólo un precursor,
sino el
gran modelo a
imitar.
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