bizantina [
bi-zan-ti-na]
(Esta palabra proviene del latín Byzantīnus).
(Ver también novela bizantina).
[adjetivo] [sustantivo]
Natural de
Bizancio.
- Perteneciente a esta
ciudad o al
imperio bizantino.
- [figurado] Dícese de las discusiones baldías, intempestivas o
demasiado sutiles.
- arte b.: de
modo general,
cabe caracterizarlo
como consecuencia y reflejo
del espiritualismo contemplativo de la
religión del imperio oriental, en
contraste con el
sentido práctico de
Roma. Estilísticamente el
arte b. nació de la
conjunción de elementos helenísticos y orientales.
Sus primeras manifestaciones, y quizá las
más defmitorias,
cabe centrarlas en la
primera edad de
oro de
Bizancio y, principalmente, en el reinado de Justiniano. Las iglesias de los Santos Sergio y
Baco y la de
Santa Sofía (532-537), en
Constantinopla, resumen el
ideal de la
arquitectura b.: la
creación de espacios abiertos estructurados
según un sistema de masas (cúpulas) que
se equilibran mutua y progresivamente. Esta
concepción espacial, que aúna monumentalidad y
ligereza,
se alcanza
mediante la utilización de plantas centralizadas (poligonales o circulares), que a
través de pechinas, acceden a cúpulas semiesféricas. A esta
arquitectura orgánica se aplicó
una decoración intelectual y abstraccionista que prefería la
línea y las sugerencias cromáticas
antes que el
naturalismo. Los mosaicos que recubren los ábsides y los laterales de las iglesias muestran
unas figuras frontalmente hieráticas, expresadas
mediante determinadas convenciones y
con una decidida voluntad de apartarse de
lo tangible (Pantocrátor, Tetramorfos, etc. ).
Así se prescinde de
toda ilusión de
perspectiva,
si no es la vertical; el entorno
apenas está esbozado,
sólo unas líneas alusivas sugieren los elementos arquitectónicos o el follaje; las figuras
se alinean
sobre fondos dorados portando los símbolos de
su dignidad (mosaicos de
San Vital y
San Apolinar en Ravena). El
arte monumental por excelencia, la
escultura, fue a la
zaga de estas manifestaciones artísticas,
aunque la
riqueza de la
orfebrería y la de los marfiles (dípticos consulares, principalmente) hacen
entrever el
estilo de las estatuas imperiales, columnas rostrales y arcos de
triunfo que ornaban las ciudades b. A esta
época de
esplendor siguió el periodo
iconoclasta en el que,
por el
edicto de León III (726) y
bajo la
influencia del Islam,
se prohibieron y eliminaron todas las imágenes de
tipo religioso. El
imperio b. recobró
su vitalidad con la
dinastía macedonia (867-1057). La
arquitectura,
bajo la
influencia armenia y
copta,
se preocupó
más del aspecto externo de la
construcción,
generalmente trabajado
con piedra y
ladrillo, que de la
concepción espacial
interior.
Se impuso la
planta de
cruz griega inscrita en
un cuadrado y
coronada con cúpula central apoyada en
un tambor circular o poligonal (iglesias de
San Teodoro y
San Salvador de
Cora, en Constantinopla).
También fue en esta
época cuando las razones económicas hicieron
disminuir el
empleo de los mosaicos en
favor de la
pintura. Los iconos, especialmente
con representaciones de la
vida de santos y la
imagen de la
Virgen madre (Teotokos), los salterios
con alegorías bíblicas, los menologios o santorales y los esmaltes
son buena muestra de la
vitalidad del arte de
este periodo, que culminó
con la
expansión hacia los países mediterráneos (Italia, Grecia), en
un principio, y posteriormente
hacia Rusia.
San Marcos de Venecia (1063-1093), la
capilla palatina de Palermo, la
catedral de Cefalú (Sicilia) y la de Monreale,
junto con los monasterios
del monte Athos y
Santa Sofía de Kiev (1037), representan esta irradiación b. que alcanzó
su máximo esplendor en la
catedral moscovita de la
Asunción (1475-1479).
Cabe señalar,
además de esta
expansión, la
enorme trascendencia,
tanto iconográfica
como estilística, que
lo bizantino tuvo en el
arte medieval occidental, especialmente en el románico.
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