biocomunicación [
bio-co-mu-ni-ca-ción]
[sustantivo femenino]
Proceso mediante el
cual los animales suministran o reciben
información de otros miembros de la
misma especie, o de animales pertenecientes a otras especies. El
intercambio de
información corre normalmente a
cargo de sistemas motores o sensoriales (preferentemente sónicos y visuales), y
su complejidad puede
variar desde una o pocas señales de
significado específico,
hasta un lenguaje relativamente elaborado
como el de las abejas o los monos superiores, o
muy complejo,
como el
del hombre. De
acuerdo con el
tipo de
detector empleado para registrar las señales que transmiten la
información, éstas pueden
ser táctiles, olfativas, visuales, acústicas, etc. Las señales olfativas, particularmente importantes
para detectar el
alimento, los enemigos o los individuos
del sexo opuesto,
son utilizadas
por grupos que poseen
un desarrollado
olfato,
como los insectos sociales y los mamíferos. Las aves utilizan preferentemente la
información visual para los mismos fines. Las señales acústicas
son empleadas
por una gran variedad de grupos, particularmente
entre los animales que viven
fuera del agua. Los lenguajes relativamente complejos, que constan de numerosas señales,
cada una con un contenido específico,
son privativos de grupos
muy evolucionados. En las hormigas, las señales químicas constituyen
un lenguaje rudimentario. En las abejas, dichas señales químicas
se combinan
con señales táctiles
para constituir un sistema mediante el
cual se comunica la localización de
una fuente de
alimento. En los mamíferos superiores (carnívoros y primates),
se emplean
también las señales químicas, preferentemente
para indicar la delimitación de
un territorio, y las señales acústicas y visuales, a veces
muy variadas, a
manera de
lenguaje emocional
mediante el que
se expresan estados de
ánimo. El
lenguaje puramente
imitativo de los loros y de otras aves
no debe considerarse
como tal,
puesto que
para el
animal, los sonidos carecen de
contenido informativo.
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