arquitectura [
ar-qui-tec-tu-ra]
(Esta palabra proviene del latín architectūra).
[sustantivo femenino]
Desde la
antigüedad, el
término arquitectura ha dado lugar a múltiples, e
incluso contradictorias, definiciones que de
una manera esquemática, y siguiendo a
Bruno Zevi,
se pueden
agrupar según los siguientes criterios: 1)
Criterios culturalistas y simbolistas. Para los culturalistas la
arquitectura representa
un sistema de
vida y de costumbres, y es
fiel reflejo de la
organización social y
política de los distintos pueblos y de las diferentes épocas; la
buena arquitectura sería,
por tanto, la
manifestación externa, satisfactoria y
definitiva del arte de
vivir (C. A. Williams Ellis). A
partir de estas premisas, la
llamada arquitectura de
autor resulta incongruente e
inaceptable,
ya que en ella la
visión particular prevalece
sobre la de la
comunidad.
Por su parte el simbolismo tiende a
transferir la
arquitectura a
un terreno trascendental,
místico e impersonal; la
estructura de los edificios
no responde a necesidades constructivas
ni sociales,
sino a determinados símbolos. El
fundamento de esta
teoría se halla en la
correspondencia de sistemas de
ordenación, y es el resultado de
llevar a la
abstracción y a la
coincidencia fenómenos diversos en
conexión con las formas que puede
tomar la
construcción arquitectónica y la
organización de los espacios. 2)
Criterios funcionalistas y tecnicistas. Según éstos, la
arquitectura es
función de la
utilidad del edificio y de los materiales y métodos constructivos.
Este criterio tomó
carta de
naturaleza a principios de nuestro
siglo y
ha sido
fundamental en el desarrollo de la
arquitectura contemporánea.
Sin embargo,
su lema form follows function (la
forma sigue a la función)
ha sido criticado
por gran número de historiadores (John Ruskin, Gilbert Scott, Thomas Jackson, Edwin Lutyens), los cuales remarcan que precisamente la
arquitectura empieza
cuando termina la funcionalidad. En la
actualidad, la
problemática se centra en la
antítesis y, a la
vez,
síntesis entre una funcionalidad y
una técnica impersonal, y
una decoración igualmente despersonalizada.
Así, Auguste Perret, al
enumerar los condicionantes constantes de la
arquitectura, o sea, el
clima con sus inclemencias, los materiales y
sus características, la
estática y
sus leyes, etc., añade,
sin ulteriores aclaraciones y
como una noción connatural y especifica, el
sentido eterno y
universal de la
línea y de la
forma. De
igual manera,
Le Corbusier, a
su famosa ecuación,
casa =
máquina de
vivir,
ha contrapuesto
una definición purista; la
arquitectura es
un juego sabio,
magnífico y
correcto de los volúmenes
bajo la
luz. 3)
Criterios lingüísticos. La
búsqueda de las leyes determinantes de la
expresión arquitectónica es
base de
gran número de interpretaciones formalistas, cientifistas y fisiopsicológicas.
Entre ellas, la
teoría de la
proporción es la que goza de
un mayor predicamento. Tiene
sus antecedentes en el pensamiento
pitagórico y en las cualidades vitruvianas de la
ordenación, la
disposición, la
euritmia y la
simetría.
Entre los críticos contemporáneos
cabe recordar a Panofski, White y Francastel, los cuales analizan la
influencia del cálculo integral y de la
geometría descriptiva en el desarrollo de la
arquitectura barroca, especialmente en las obras de Guarino Guarini, y de la
física relativista en la
moderna. Marginalmente
se puede
incluir en
este apartado los estudios teóricos llevados a
cabo con el
fin de
utilizar la
cibernética en la
elaboración de los proyectos arquitectónicos, y las tentativas de Bragdon y Jouven
para establecer una analogía mecánica entre la
arquitectura y la
música, transcribiendo
sobre un pentagrama el
ritmo de
un edificio. Las tendencias fisiopsicológicas tienen
sus precedentes en el
antropomorfismo de los griegos y, en
buena parte, en el pensamiento de Schopenhauer, de Frobenius y de Spengler.
Ha estado defendida,
sobre todo,
por Wölftlia, que buscaba las leyes de la
arquitectura a
través de la solicitación
física y psicológica provocada
por la
fragilidad o
por la
fuerza de
una línea,
por la
flexibilidad o
contracción de
un espacio,
por la
pesadez o
liviandad de
un volumen. 4)
Criterios espaciales. Por lo general, los historiadores de la
arquitectura han sido acusados de
ver la
arquitectura sólo epidérmicamente, de
no captar la
sustancia de los organismos planimétricos, constructivos y espaciales
del edificio;
por otro lado, los arquitectos eran culpados de
insensibilidad estética, de
entender la
técnica, la funcionalidad, el
organismo constructivo solamente en el
dato intrínseco,
material. La
definición de
arquitectura como arte del espacio valoriza estas interpretaciones tradicionales, confiriéndoles
un vector unitario: en
torno al
espacio todos los fenómenos de la
arquitectura convergen formando
un sistema. Sustancialmente, la
definición espacial de la
arquitectura ya se halla en los tratadistas antiguos. El
concepto de
utilidad, de funcionalidad, de habitabilidad aparece en Platón, en
Aristóteles, en Vitruvio, en Villard de Honnecourt (siglo XIII) y es vivísima en el
Renacimiento (Alberti, Serlio, Palladio, Francesco de Giorgio, Filarete). El
concepto de
espacio como factor distintivo de la
arquitectura está
implícito en el pensamiento de Kant y en el de Hegel, en las teorías de la
dinámica estructural de Schopenhauer y en las meditaciones sociológicas de Taine.
Sin embargo, fue Alois Reig el
primero en
considerar el
espacio como un factor determinante de
un estilo. Esta
orientación se profundizó
con Geoffrey Scott y
con el
testimonio de los principales arquitectos de nuestro
siglo (Wright,
Mies van der Rohe, Loos, etcétera).
- Teoría arquitectónica En la
obra arquitectónica inciden fundamentalmente
tres fenómenos: entorno
físico,
sociedad y
arte. El entorno
físico se puede
dividir en
natural y
cultural. La
morfología del entorno
natural está integrada
por el
terreno (suelo, superficie, drenaje), la
vegetación y el
clima. El
terreno,
por su constitución y
forma, impone al
arquitecto ciertas limitaciones,
si bien le ofrece
un amplio campo de posibilidades favorables,
tanto funcionales
como expresivas. En las obras racionalistas,
por ej., la
arquitectura domina al
paisaje o tiene el
terreno como simple plano de
apoyo (
Ville Saboye de
Le Corbusier); de
manera opuesta, las características tectónicas
del paisaje pueden
ser las que rijan y condicionen el
aspecto formal de
un edificio,
tal como ocurre en la
Falling Water (casa de la cascada) de [sustantivo femenino]
Ll. Wright, en la que
lo construido
se arraiga en el
terreno,
lo continúa en los movimientos verticales y
lo enfatiza
con los grandes volúmenes en
voladizo. La
vegetación,
función del terreno y
del clima, es
considerada por algunos arquitectos (Alvar
Aalto, Arne Jacobsen)
como un complemento natural de la
arquitectura. Las construcciones de
Aalto no pueden aislarse de la
trama de los troncos delgados de los árboles escandinavos, cuyos ritmos
se propagan y repiten en el
revestimiento de los interiores (villa Maireia, 1939). El
clima es
otro factor fundamental en los proyectos arquitectónicos. La
temperatura, la
humedad, las precipitaciones atmosféricas, los vientos, el soleamiento, han influido en
gran manera en la
arquitectura, condicionando las tipologías
tanto funcional como formalmente.
Como ejemplo del integral aprovechamiento de los factores climáticos,
cabe citar las llamadas
casas solares, ensayadas
con éxito en Israel, en las que
se aprovecha el
calor del sol para la
calefacción.
Para ello
se utilizan,
generalmente, paneles vidriados
sobre un colector metálico negro;
entre el
vidrio y el
colector hay
una serie de tubos
por donde pasa el
agua que
forma un circuito cerrado con un tanque de
alimentación. El
valor social de la
obra arquitectónica es
una de las premisas de la
arquitectura moderna. La
sociedad puede
incidir de distintas maneras en la
arquitectura,
tanto directas
como indirectas,
pero principalmente delimitando tipologías que respondan a
una determinada
función del edificio. Éste requiere,
ante todo, ambientes, espacios, en los que puedan desarrollarse las actividades físicas.
Además de la
forma y dimensiones de estos espacios, que han de
corresponder a determinadas necesidades,
se deben
considerar la iluminación, la
ventilación, las condiciones térmicas y acústicas adecuadas y la diferenciación de las zonas
bajo un criterio funcional (zona de
estar diurno,
zona de
estar nocturno, servicios, sanitarios, circulaciones, etc. ). El
principio de diferenciación va unido al de la coo
[sustantivo femenino]
Arte de
proyectar y
construir edificios.
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